EL VINO, ¿BEBIDA EMOCIONAL?
El vino tiene una serie de propiedades como son su color, sus aromas y su sabor, que enlazan directamente con nuestros sentidos.
El vino a través de nuestros sentidos, los nervios sensoriales, y el procesamiento mental, puede generar una serie de emociones en nosotros.
De todas las sensaciones que nos produce tomar una copa de vino, la más directa es el olfato. El aroma de un vino es capaz de evocar recuerdos y las emociones asociadas a esos recuerdos.
Además de generar emociones debido a la asociación con recuerdos y acontecimientos del pasado, también al degustar un vino se pueden generar emociones de manera directa: alegría, sorpresa, tristeza, melancolía….
En este aspecto el sentido del olfato, cumple un papel muy importante. Es 10.000 veces más sensible que el sentido del gusto y puede detectar miles de aromas diferentes. Estas sensaciones unidas a nuestras emociones hacen del vino una bebida con la que cada consumidor vive una experiencia única a través de las emociones que provoca.
Hay un vino para cada momento, hay vinos que nos ayudan en la búsqueda de inspiración, de motivación, los hay de chimenea y de celebración después del esfuerzo o ante una buena noticia, podemos buscar un vino según el momento y la situación.
El factor emocional forma parte del vino, acompañando en cada momento a las características sensoriales, la emoción, sin duda, es uno de los beneficios que trae el vino bebido con moderación.
Así, deducimos que el vino con amigos sabe mejor, aumenta la sensación de placer, nos evoca recuerdos familiares y transportan a otros lugares.
En El Decantador queremos que despierten tus emociones.
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